domingo, 15 de noviembre de 2015

ODI ET AMO

La literatura latina nace bajo el influjo de la literatura griega y esta fue una fuente de inspiración  para los poetas del Siglo de Oro. El Renacimiento rescató, hizo renacer, a todos estos grandes poetas clásicos y sus temas. 

El poeta latino Catulo escribió este poema a su amada Lesbia:


Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.

Nescio, sed fieri sentio et excrucior.



                           Catulo, Carmen 85






                                                              Odio y amo. Quizás te preguntes por qué hago esto.



                                                             No sé, pero siento qué es así y sufro”


Nació en Verona, la ciudad de Romeo y Julieta muchos siglos después, en el año 87 a. C. y murió en el 54 a. C.
 Catulo  en este poema invita a Lesbia a vivir y a sentir con él el amor sin complejos y sin ataduras, ya que la vida es muy corta. Estuvo enamorado de Clodia, una mujer casada con Quinto Cecilio Metelo, con la que tuvo unos amores apasionados y atormentados.

Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus assis.
Soles occidere et redire possunt:
nobis, cum semel occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Da mi basia mille, deinde centum,
dein mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
Dein, cum milia multa fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut nequis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.



TRADUCCIÓN

Vivamos, Lesbia mía, ¡amémonos!
Y démosles el valor de un as[1]
A los rumores de los ancianos severos.
Los soles seguirán muriendo y volviendo a nacer;
Pero, una vez que nuestra breve luz se apague,
Sólo nos quedará una noche eterna
Que habremos de dormir.
Dame mil besos, y después cien,
Y después otros mil y otros segundos cien,
Y, sin parar, hasta llegar a mil más, y después cien.
Finalmente, cuando nos hayamos dado tantos miles,
Los dejaremos en el olvido, para no recordarlos,
Y para que nadie sienta envidia
Al saber que entre nosotros hubo tantos besos.

    [1] As: (de as, assis): moneda romana de escaso valor, que se dividía en doce onzas.

Catulo se lamenta por el sufrimiento que padece Lesbia ante la muerte de su tan amado pajarillo:

Lugete, o Veneres Cupidinesque,
Et quantum est hominum venustiorum.
Passer mortuus est meae puellae,
Passer, deliciae meae puellae,
Quem plus illa oculis suis amabat:
Nam mellitus erat suamque norat
Ipsam tam bene quam puella matrem
Nec sese a gremio illius movebat,

Sed circumsiliens modo huc modo illuc
Ad solam dominam usque pipiabat.
Qui nunc it per iter tenebricosum
Illuc, unde negant redire quemquam.
At vobis male sit, malae tenebrae
Orci, quae omnia bella devoratis:
Tam bellum mihi passerem abstulistis.
O factum male! o miselle passer!
Tua nunc opera meae puellae
Flendo turgidoli rubent ocelli.

TRADUCCIÓN

¡Oh amores y anhelos,
Y cuantos hombres existáis sensibles a la belleza,
Lamentaos! Ha muerto el gorrión de mi amada,
Su gorrión, deleite de mi niña
Al que cuidaba más que a sus propios ojos.
Era más dulce que la miel y conocía a su dueña
Tan bien como conoce una niña a su propia madre,
Y, sin alejarse jamás de su regazo,
Piaba sin cesar para nadie más que para ella,
Mientras saltaba a su alrededor de acá para allá.
Ahora marcha por un camino de sombras,
Hacia un lugar del que se niega que exista retorno.
Yo os maldigo, siniestras tinieblas del Orco,
Que devoráis todo lo bello:
¡Tan hermoso era aquel que me habéis arrebatado!
¡Oh desdicha! ¡Pobrecillo pájaro!
Ahora lloran por vuestra culpa
Los enrojecidos e hinchados ojos de mi amada.


Cupido era  hijo de Venus,  diosa romana del amor,  y de Marte. Se le representa como un niño alado, provisto con arco y con flechas que son disparadas a dioses y humanos que hacen que se enamoren profundamente. En ocasiones lleva también los ojos vendados, para mostrar que el amor es ciego.

"El amor no mira con los ojos, sino con el espíritu: por eso pintan ciego al alado Cupido". Shakespeare 
Pero a veces era  cruel con sus víctimas, ya que no tenía escrúpulos. A la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia.
Un día se enfadó con Apolo cuando éste bromeo sobre sus habilidades como arquero, asi que Cupido hizo que Apolo se enamorara de la ninfa Dafne y a ella le disparó una flecha con punta de plomo. Dafne rezó al dios río Peneo pidiendo ayuda y fue transformada en un árbol de laurel, que se consagró a Apolo.
Por otro lado en la Tierra de los mortales vivía una princesa llamada Psique (Alma), que a pesar de ser tan bella no lograba encontrar marido pues los hombres que la idolatraban no se sentían dignos de ella.
Su padre intentó hallar a través del oráculo de Delfos un buen marido para Psique, pero éste predijo que ella encontraría el amor en un precipicio. El marido que le sería destinado, una serpiente alada, terrible y poderosa, llegaría hasta ella y la haría su esposa.
Venus celosa por la gran belleza de Psique le pidió a Cupido que la hiciera enamorarse locamente del hombre más feo, vil y despreciable del mundo. Enterada de que se encontraba en el borde del abismo, envió a su hijo a dispararle sus flechas pero este al verla, se enamoró profundamente de ella y creció hasta convertirse en un apuesto joven.
Contra los deseos de Venus, Cupido llevó a Psique por arte de magia a un lugar aislado y se casó con ella, tenendo la condición de que como simple mortal, tenía prohibido mirarlo.
La princesa al sentirlo cerca y escuchar su dulce voz no sintió temor, estaba segura que no era un monstruo, sino el amante esposo que tanto tiempo había deseado. Él la visitaba todas las noches rogándole simpre que no viera su rostro.
Eran muy felices hasta que convencida por sus envidiosas hermanas, Psique rompió la prohibición impuesta por los dioses y miró a su marido.
Eso le valió el castigo de ser abandonada por Cupido, quien con tristeza se despidió diciéndole: "El Amor no puede vivir sin confianza". Fue expulsada y arrepentida  recorrió el mundo en busca de su amado, superando una serie de desafíos cada vez más difíles y peligrosos impuestos por Venus.
Como última instrucción le dio una pequeña caja indicándole que la llevara al inframundo. Tenía que llevar un poco de belleza a Proserpina la esposa de Plutón. Se le advirtió también que por ningún motivo debia abrir la caja.
Psique se preparó para el viaje y durante él se enfrentó a varios peligros que fueron superados gracias a los consejos dados, pero la curiosidad la impulsó a abrir la caja  y al momento cayó en un profundo sueño que parecía la muerte.
Cupido al encontrarla, le retiró el sueño mortal de su cuerpo y lo puso de nuevo en la caja. Finalmente la perdonó al igual que Venus.
Fue tanto lo que ella luchó que finalmente los dioses conmovidos por el amor de Psique hacia Cupido, la convirtieron en una diosa para que pudiera reunirse con su amado.
Cupido y Psique: El Amor y el Alma, se unieron tras duras pruebas. De esta unión nació una hija llamada Voluptas cuyo nombre significa "Placer"., de donde derivan palabras como voluptuosidad.

Relacionar estas palabras:

Cupido, cupiditia, codicia cupidiscencia.
Voluptas, voluptuosidad.

LA BUCÓLICAS  

Virgilio en esta obra cultivó la poesía bucólica (del griego βουκολική ἀοιδή, «canto de pastores»).
Son diez poemas, églogas, de entre 63 y 111 versos en hexámetros dactílicos. El décimo se considera un epílogo. Diálogos entre pastores cultos y refinados y no rústicos. El paisaje que sirve de fondo es un paisaje idílico, la supuesta Arcadia. La mitología se entrecruza en las historias.


CARPE DIEM

HORACIO


Estos dos poetas latinos han influido en la literatura renacentista.
 Horacio en una de sus ODAS escribió estos versos que tanta trascendencia han tenido.

Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius, quidquid erit, pati!
seu pluris hiemes, seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum: sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

Horacio, Carmina, Libro I, Oda XI.


No preguntes (sacrilegio es saberlo), Leucónoe, qué fin a tí, qué fin a mí nos concedieron los dioses, ni sondees los cálculos babilonios. ¡Cuánto mejor soportar lo que haya de ser, tanto si Júpiter nos ha concedido muchos inviernos, como si es el último el que ahora quiebra las olas del mar Tirreno contra los escollos que se nos pone por delante! Sé sabia, filtra el vino y, breve como es la vida, corta la esperanza larga. Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad: aprovecha el momento, confiada lo más mínimo en el mañana.

(Traducción: Lola Jiménez Jiménez)



          Y otra traducción:

No busques el final que a ti o a mí nos tienen reservado los dioses (que por otra parte es sacrilegio saberlo), oh Leuconoé, y no te dediques a investigar los cálculos de los astrólogos babilonios. ¡Vale más sufrir lo que sea! Puede ser que Júpiter te conceda varios inviernos, o puede ser que éste, que ahora golpea al mar Tirreno contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero tú has de ser sabia, y, mientras, filtra el vino y olvídate del breve tiempo que queda amparándote en la larga esperanza. Mientras estamos hablando, he aquí que el tiempo, envidioso, se nos escapa: aprovecha el día de hoy, y no pongas de ninguna manera tu fe ni tu esperanza en el día de mañana.

El tema del CARPE DIEM atraviesa toda la literatura desde entonces:

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.
Garcilaso de la Vega (1501?-1536)


Con esto, se fue la Pipota, diciéndoles:- Holgaos, hijos, ahora que tenéis tiempo; que vendrá la vejez y lloraréis en ella los ratos que perdisteis en la mocedad, como yo los lloro.

M. de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, Madrid, Alianza 1992. P. 52.


Ilustre y hermosísima María,
mientras se dejan ver a cualquier hora
en tus mejillas la rosada aurora,
Febo en tus ojos, y en tu frente el día,
y mientras con gentil descortesía
mueve el viento la hebra voladora

que la Arabia en sus venas atesora

y el rico Tajo en sus arenas cría;
 

antes que de la edad Febo eclipsado,

y el claro día vuelto en noche oscura,

huya la aurora del mortal nublado;
 

antes que lo que hoy es rubio tesoro

venza a la blanca nieve su blancura,

goza, goza el color, la luz, el oro.


                    Luis de Góngora.



A SU ESQUIVA SEÑORA

Por eso ahora, mientras colores juveniles
afloran a tu piel como al alba el rocío
y tu alma deseosa por cada poro
transpira fuegos instantáneos,
pasémonoslo bien mientras podamos
y, como aves de presa entregadas a amarse,
antes devoremos nuestro tiempo con prisa
en vez de languidecer ante su lenta caza.
Echemos a rodar toda nuestra fuerza
y toda la dulzura en una misma bola
y con áspera lucha rasguemos los placeres
por todas las puertas de hierro de la vida.
Así, aunque no podamos hacer que nuestro sol
se detenga, sí al menos podremos gobernar su carrera.

Andrew Marwell en Antología Esencial de la Poesía Inglesa, Ángel Rupérez (ed.), Madrid, Espasa, 2000, p. 13.

Oye latir la noche
en la voz subterránea
de las tardes,
y chascar la hojarasca
del otoño
en el suave mecerse de las frondas de mayo.
Podredumbre en desorden ya acelera la muerte
bajo la piel hermosa de los cuerpos.
Apresúrate, pues, corazón jubiloso.
Goza tarde, hojas verdes, luz viva en el cabello,
claveles, labios que tus ojos siguen,
piel de la frente y cuello y alegre primavera.

Francisco Álvarez Velasco


Los espinos.
Verdor nuevo los espinos
Tienen ya por la colina,
Toda de púrpura y nieve
En el aire estremecida.
Cuántos ciclos florecidos
Les has visto; aunque a la cita
Ellos serán siempre fieles,
Tú no lo serás un día.
Antes que la sombra caiga,
Aprende cómo es la dicha
Ante los espinos blancos
Y rojos en flor. Ve. Mira.

Luis Cernuda, Como quien espera el alba

En el ruidoso interior de un café/ se sienta en un velador cabizbajo un anciano/ con un periódico frente a él, sin compañía.
Y en el desprecio de la desdichada vejez/piensa cuán poco le regalaron los años/cuando tenía vigor, elocuencia y hermosura.
Sabe que ha envejecido mucho: lo siente, lo ve. / y en estos momentos el tiempo en que era joven le parece/que fue ayer. ¡Que pequeño intervalo! ¡Qué pequeño!
Y medita cómo se rió de él la Prudencia/ y como se fiaba siempre -¡que locura!-/ de esa embustera que le decía: “Mañana. Tendrás mucho tiempo”.
Recuerda los impulsos que contuvo y cuánta/alegría sacrificó. De su insensato conocimiento/ se burla ahora cada oportunidad perdida.
Pero de tanto pensar y recordar/ se mareó el anciano. Y se adormece/ apoyado en el velador del café. 
Κ.Π. Καβάφης, ‘Ενας γέρος. ( Cavafis, un anciano).Traducción: Lola Jiménez Jiménez

COLLIGE, VIRGO, ROSAS.
Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.

Y enciéndete en la noche que ahora empieza,

y entre tantos amigos (y conmigo)

abre los grandes ojos a la vida

con la avidez preciosa de tus años.

La noche, larga, ha de acabar al alba,

y vendrán escuadrones de espías con la luz,

se borrarán los astros, y también el recuerdo,

y la alegría acabará en su nada.

Más, aunque así suceda,

enciéndete en la noche,

pues detrás del olvido puede que ella renazca,

y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré
conocido.
Francisco Brines, El otoño de las rosas.

Es dulce ser amado pero amar,
oh dioses, qué ventura...
      Goethe


Ámame ahora que tengo los cabellos negros
y una corona de junco
y el perfume del agua y de la jara
en los brazos desnudos.
        
Ámame ahora que tengo en los ojos
la suave llama de la tarde
y la gracia de la sonrisa
y la leve frescura de los manantiales.
        
Ámame ahora que tengo en los labios
el fuego deslumbrante del Mediodía
y la serenidad del cielo en las mejillas.
        
Ámame ahora que tengo en el cuello
el resplandor de los lirios quemados.
Ámame ahora que corre por mis hombros
el torrente divino del deseo.
Ámame ahora que tengo el pecho ebrio
como una flor de vino.
        
Ahora y no luego, ahora y no mañana,
ahora que besa mi alma todo tu cuerpo
confundiendo su aliento al de mis labios.
        
Bésame ahora que es primavera
y el chamariz canta y vuela en un árbol,
ahora, amor mío, que estamos en mayo
y zumban en el aire las abejas,
ahora que todo es hermoso y feliz,
ahora y no mañana,
ahora y no luego.
        
Bésame los labios, el cabello, los hombros
ahora que en los huertos florecidos
es tan dulce la flor primera del granado.
        
Dame todo tu amor ahora, amor mío,
¿no ves que soy en la tierra dichosa,
dulce como el árbol del paraíso?
        
Ahora que soy un manantial virgen
donde cada onda es una caricia,
una colina verde
donde cada florecilla es un labio encendido,
un valle misterioso
donde cada viento es un suspiro,
un río de amores
cuya música frágil es tu nombre.
        
¿No son nuestros estos días tan bellos?
¿No es hermosa la tierra bajo el sol y la luna?
¿No habla todo de amor desde el alba a la tarde?
        
¡Ámame!
¡Ahora y no mañana; ahora y no luego!

   Ricardo Molina

¿Qué pretendes con tu abatimiento y tu agonía gratuitas? No le añadas fuego al fuego para aumentar la locura. Ésta es la vida. Esto es lo que hay. Cenizas y confusión. Pero también prodigios y grandeza. Napoleón sabía que vivimos y morimos entre maravillas. Tú también deberías saberlo, deberías saber que del barro nacen flores, y de tu tristeza puedes obtener fuerza en lugar de depresión. Somos carne mortal, pero lo mortal es para los mortales, como decía Píndaro. Aprovecha tu mortalidad, apura tu tiempo hasta las heces. Somos ciegos que pretenden comprender el arco iris, pero, Luz, ¿qué más da?, ¿qué más da?, ¿es que no notas cómo bulle la vida a tu alrededor?

Á. Vallvey, Los estados carenciales, Madrid, Destino, 2002. Pp. 37-38.

Entrégate a todo amor, hermosa joven,
pues huye día a día la juventud.
¿Quieres pagar mayor tributo a la muerte
que el que ella misma se cobrará cuando te desnude?

Poemas de la India en Equipaje de mano, Martín López-Vega, Madrid, Acuarela, 2000, p. 56.


En la música actual hay bastantes ejemplos de la pervivencia de este tópico literario: