miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA MITOLOGÍA GRECOLATINA EN LA LITERATURA UNIVERSAL

ECO Y NARCISO
Un día Júpiter aprisionó en su sinuosa corriente a Liriope1 y, cautiva en sus aguas, la violó. De su vientre grávido, la bellísima ninfa dio a luz un niño que ya en aquel momento hubiera podido despertar la pasión amorosa, y le llamó Narciso. Consultado sobre si este niño llegaría a ver la vejez, respondió Tiresias2, el vate portador del destino:
«Si no llega a conocerse a sí mismo».
Había ya añadido Narciso un año a los quince y fueron muchos los jóvenes y las muchachas que lo desearon; pero —tan dura soberbia había en aquella tierna belleza— no hubo jóvenes, no hubo muchachas que tocaran su corazón. Perseguía él un día hacia las redes a los espantados ciervos, cuando lo vio la ninfa de la voz, la que no ha aprendido ni a callar cuando se le habla ni a hablar ella la primera: Eco, la resonadora. Era esto obra de Juno, porque siempre que esta podía sorprender, y era con frecuencia, a ninfas acostadas en el monte con su Júpiter, aquella astuta Eco la retenía con sus largas conversaciones hasta que las ninfas hubiesen podido huir. Cuando Juno se dio cuenta de esto, le dijo: «De esa lengua con la que me has engañado se te dará un servicio». Y con el efecto confirma las amenazas: Eco duplica las voces en los finales de frase y devuelve las palabras que ha oído. Pues bien, cuando vio a Narciso, que erraba por campos solitarios, y se enamoró, le seguía los pasos a escondidas; y cuanto más le sigue, más cerca siente la llama que la hace arder, no de otro modo que cuando el inflamable azufre, que se ha aplicado al extremo de las antorchas, se enciende al aproximarle la llama. ¡Oh, cuántas veces quiso acercársele con palabras seductoras y dirigirle cariñosas súplicas! Su naturaleza se lo impide y no le permite empezar. Casualmente, el muchacho, que se había alejado del fiel grupo de sus acompañantes, había dicho: «¿Hay alguno por aquí?». Y «por aquí» había respondido Eco. Se queda él atónito, y al dirigir su mirada en todas direcciones, grita con poderosa voz: «Aquí, reunámonos», y Eco, que jamás respondería con más gusto a ningún otro sonido, «reunámonos», repitió; y secundando sus propias palabras salió de la selva y se encaminaba a echar sus brazos al cuello anisado. Huye él, y al huir le impide enlazarlo con sus manos; «antes moriré —dice— que puedas gozar tú de mí». Ella, desdeñada, se esconde en la espesura y desde aquel momento vive en cuevas solitarias.
Así había escarnecido a esta y a otras ninfas nacidas en las aguas o en los montes, así antes a una multitud de varones. Y entonces, uno de los desgraciados, levantando las manos al cielo, dijo así: «Ojalá ame él del mismo modo y del mismo modo no consiga al objeto de sus deseos».
 Asintió Némesis3 a la justa petición. Había una fuente límpida, de aguas resplandecientes como la plata. Allí el muchacho, fatigado por la pasión de la caza y el calor, fue a tenderse. Y mientras ansía apaciguar la sed, otra sed ha brotado; mientras bebe, cautivado por la belleza que está viendo, cree que es cuerpo lo que es agua. Se extasía ante sí mismo, y permanece inmóvil con el semblante inalterable. ¡Cuántas veces dio besos a la engañosa fuente! ¡Cuántas veces sumergió sus brazos intentando agarrar el cuello en mitad de las aguas! Con sus lágrimas enturbió el agua, y al moverse la líquida superficie se oscureció la figura reflejada. Al verla borrarse, gritó: «¿Adónde te escapas? Espera y no me abandones, cruel». Como suele fundirse la rubia cera a un fuego suave, o la escarcha de la mañana bajo un sol tibio, así él se deshace consumido por el amor y va siendo devorado poco a poco por el oculto fuego. Al fin, dejó caer en la verde hierba la cabeza fatigada; la muerte cerró aquellos ojos que admiraban la belleza de su dueño. Le lloraron sus hermanas las náyades, y ya preparaban la pira, el blandir de antorchas y el féretro; por ninguna parte aparecía su cuerpo. En vez de su cuerpo encuentran una flor amarilla con pétalos blancos alrededor del centro.

Ovidio
Las metamorfosis, Bruguera (Adaptación)
1Liriope: nombre de una de las náyades o ninfas (deidades de los ríos).
2Tiresias: vate o adivino de la ciudad de Tebas.
3Némesis: en Grecia, diosa de la justicia y la venganza.
A.    Realice un resumen del mito.
B.    ¿Qué significa la expresión “Eres un narcisista”?

LEDA Y EL CISNE

Uno de los atributos más sorprendentes de Zeus es su capacidad para transformarse en cualquier forma que elija. En sus seducciones de mujeres humanas, a menudo las atrae con la forma de algún animal grande pero manso y finalmente cuando lo acarician, las domina y las viola.
Leda, esposa de Tindareo de Esparta, era otra de las amantes humanas de Zeus. Cuando caminaba junto al al río Eurotas, fue violada por Zeus, disfrazado de cisne. Como consecuencia, puso dos huevos de los cuales nacieron cuatro hijos: Jelena, Clitemestra, Cástor y Pólux, aunque solo Helena y Pólux son considerados hijos de Zeus. Leda luego es divinizada por Némesis, la diosa del castigo justo. En las versiones más antiguas, Leda simplemente encuentra un huevo en donde está el germen de Helena, hija de Zeus y Némesis. En ese relato, Némesis trata de escapar de Zeus mediante la metamorfosis, convirtiéndose en distintos animales para poder escapar del dios. Pero Zeus hace exactamente lo mismo y compensando cada cambio con el suyo propio, hasta que finalmente ella se convierte en una oca y él la viola en forma de cisne. Pone luego el huevo en un pantano en donde lo encuentra Leda. En otras versiones, Zeus transformado en cisne y pretendiendo estar el peligro, se refugia en el seno de Némesis y luego la viola. Hermes pone el huevo en los muslos de Leda para que sea ella quien lo "alumbre".

El cisne en la sombra parece de nieve; 
su pico es de ámbar, del alba al trasluz; 
el suave crepúsculo que pasa tan breve 
las cándidas alas sonrosa de luz. 

Y luego en las ondas del lago azulado, 
después que la aurora perdió su arrebol, 
las alas tendidas y el cuello enarcado, 
el cisne es de plata bañado de sol. 

Tal es, cuando esponja las plumas de seda, 
olímpico pájaro herido de amor, 
y viola en las linfas sonoras a Leda, 
buscando su pico los labios en flor. 

Suspira la bella desnuda y vencida, 
y en tanto que al aire sus quejas se van, 
del fondo verdoso de fronda tupida 
chispean turbados los ojos de Pan.

Rubén Darío




W.B. Yeats – Leda and the Swan

A sudden blow: the great wings beating still
Above the staggering girl, her thighs caressed
By the dark webs, her nape caught in his bill,
He holds her helpless breast upon his breast.
How can those terrified vague fingers push
The feathered glory from her loosening thighs?
And how can body, laid in that white rush,
But feel the strange heart beating where it lies?
A shudder in the loins engenders there
The broken wall, the burning roof and tower
And Agamemnon dead.
Being so caught up,
So mastered by the brute blood of the air,
Did she put on his knowledge with his power
Before the indifferent beak could let her drop?



W.B. Yeats – Leda y el cisne

De pronto un golpe: las alas se agitan aún
Sobre la mujer temblando, acarician sus muslos
Las palmas oscuras, su nuca que el pico sujeta,
Él firme estrecha el pecho contra el pecho.
¿Cómo podrían los dedos aterrados, débiles,
Alejar a esta gloria emplumada de sus muslos entreabiertos?
¿Y cómo puede el cuerpo, enfrentado a ese blanco torrente
No sentir contra su pecho los latidos del extraño corazón?
Un estremecimiento en las entrañas, y se engendran
El muro echado abajo, el techo y torre ardiendo,
Y Agamenón muerto.
Atrapada
Y dominada por la sangre salvaje del aire,
¿Habrá ella recibido, además de su fuerza,
cierto saber, antes que el Dios satisfecho la dejara caer?