martes, 24 de mayo de 2016


UN POETA PARA LEER SIEMPRE

Walt Whitman, poeta norteamericano que publicó Hojas de hierba en 1855 por primera vez es el cantor de América. Utilizó un verso largo, basado en los versículos de la Biblia, sin rima, pero dotado de una gran musicalidad y solemnidad. A través de su poesía fue la voz de los humildes y desvalidos, de la naturaleza y de las cosas humildes: Canto a mi mismo. Carpe diem es uno de esos hermosos poemas: 

CARPE  DIEM
Carpe Diem! Aprovecha el día,
No dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido un poco mas feliz,
sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie
te quite el derecho de
expresarte que es casi un deber.
No abandones tus ansias de hacer de tu vida
algo extraordinario…
No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía
sí pueden cambiar el mundo…
Somos seres, humanos, llenos de pasión.
La vida es desierto y tambien es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos convierte en
protagonistas de nuestra propia historia…
Pero no dejes nunca de soñar,
porque sólo a través de sus sueños
puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor error, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes…
No traiciones tus creencias. Todos necesitamos
aceptación, pero no podemos remar en
contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta el pánico que provoca tener
la vida por delante…
Vívela intensamente,
sin mediocridades.
Piensa que en tí está el futuro y en
enfrentar tu tarea con orgullo, impulso
y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte…
No permitas que la vida
te pase por encima
sin que la vivas…


CANTO DE MÍ MISMO
1
Me celebro y me canto,
y aquello que yo me adueño habrás de adueñarte,
porque todos los átomos que me pertenecen también te pertenecen.
Me entrego al ocio y agasajo mi alma;
me tiendo a mis anchas a observar un tallo de hierba veraniega.
Mi lengua, todos los átomos de mi sangre, formados de esta tierra y de este aire,
nacido aquí de mis padres que nacieron aquí, lo mismo que sus padres:
a los treinta y siete años de edad, con la salud perfecta, empiezo,
y espero no cesar hasta la muerte.
Dejo a las sectas y a las escuelas en suspenso,
me retiro un momento, satisfecho de lo que son, pero no las olvido,
soy puerto para el bien y para el mal, les permito hablar a todos, arrostrando todos los peligros,
naturaleza sin freno, con energía primigenia.
5
Yo creo en ti, alma mía; mi otro yo no se humillará ante ti,
y tú no te humillarás ante él.
Entrégate conmigo al ocio sobre la hierba,
desembaraza tu garganta,
no quiero palabras, ni músicos, ni versos, ni costumbres, ni conferencias, ni siquiera las mejores,
sólo quiero el arrullo, el susurro de tu voz suave.
Recuerdo cómo nos acostamos, una mañana diáfana de estío,
como apoyaste tu cabeza en mis caderas, cómo te inclinaste dulcemente sobre mí,
cómo me abriste la camisa sobre el pecho, cómo hundiste tu lengua hasta tocar mi corazón desnudo,
y como te estiraste hasta palparme la barba, y cómo te estiraste hasta abrazarme los pies.
Velozmente eleváronse y me rodearon la paz y el conocimiento que rebasan a todas las disputas de la tierra,
y sé que la mano de Dios es la promesa de la mía,
y sé que el espíritu de Dios es hermano del mío,
y sé que todos los hombres que han existido son también mis hermanos; y las mujeres, mis hermanas y amantes,
y que el amor es el sostén de la creación,
y que son innumerables las hojas rígidas o lánguidas de los campos,
y las hormigas morenas en sus pequeños pozos bajo las hojas,
y las costras mohosas del seto, las piedras hacinadas, el saúco, el verbasco y la cizaña.
6
Me preguntó un niño: ¿Qué es la hierba?,
trayéndomela a manos llenas:
¿Cómo podía responderle? Tampoco sé yo qué es la hierba.
Sospecho que es el emblema de mi temperamento,
tejido con la verdura de mi esperanza.
O imagino que es el pañuelo de Dios,
prenda perfumada y rememorativa, abandonada adrede,
que lleva en las puntas el nombre de su dueño para que lo veamos, reparemos en él y preguntemos: ¿de quién?
O presumo que la hierba es un niño, el recién nacido de la vegetación.
O creo que es un jeroglífico uniforme.
que significa: Crezo igualmente en las regiones vastas y en las regiones estrechas,
crezco igualmente en medio de la raza negra y de la raza blanca,
al canadiense, al piel roja, a todos me entrego y a todos los acepto.
Y ahora se me figura que es la hermosa cabellera de las tumbas.
Con ternura me serviré de ti, hierba rizada,
quizás has brotado del pecho de los jóvenes,
acaso, si yo los hubiere conocido, los habría amado,
tal vez has nacido de los ancianos, o de los niños
tempranamente arrebatados del regazo de sus madres,
y eres aquí su maternal regazo.
Esta hierba es demasiado obscura para que haya brotado de los cabellos blancos de las madres ancianas,
es más obscura que la barba descolorida de los viejos,
es demasiado obscura para haber brotado de los paladares de color rojo pálido.
¡Ah! Observo por último, tantas lenguas expresivas,
y comprendo que no han nacido en vano de esos paladares y de esas bocas.
Quisiera poder traducir las insinuaciones acerca de los muchachos y de las muchachas muertas,
y las insinuaciones acerca de los ancianos y de las madres, y de los niños tempranamente arrebatados de su regazo.
¿Qué crees tú que a sido de los jóvenes y de los viejos?
¿Qué crees tú que ha sido de las mujeres y de los niños?
Están buenos y sanos en algún lugar,
aún el más pequeño retoño nos prueba que no existe la muerte,
y que, si existió, ha estimulado la vida y aguarda hasta el fin para destruirla,
y que dejó de ser en el momento en que surgió la vida.
Todas las cosas avanzan, nada se destruye,
y la muerte no es como la han imaginado, sino más propicia.
7
¿Ha creído algún hombre o mujer que es afortunado nacer?
Pues yo les digo a él o a ella que igualmente afortunado es morir,
muero con los agonizantes y nazco con los recién nacidos, y no quepo entre mi sombrero y mis zapatos,
y examino objetos diversos, y no hay dos que sean iguales, y todos son buenos,
buena la tierra, y buenas las estrellas, y bueno todo lo que les pertenece.
Yo no soy la tierra ni parte accesoria de la tierra,
yo soy el consorte y el compañero de las personas, y todas son tan inmortales e insondables como yo.
(Ellas no saben cuán inmortales son, pero yo lo sé)
Cada especie para sí y lo suyo; para mí mi hombre y mi mujer,
para mí, quienes han sido muchachos y aman a las mujeres
para mí, el hombre orgulloso que sabe cuánto lastima el ser humillado,
para mí, la novia y la solterona; para mí, las madres y las madres de las madres,
para mí, los labios que han sonreído, los ojos que han derramado lágrimas,
para mí, los niños y los engendradores de niños.
¡Desnúdate! No eres culpable para mí, ni viejo, ni inservible,
mi mirada atraviesa el paño y la guinga aunque no lo quieras,

y soy cabal, tenaz, inquisitivo, incansable, y nadie podrá sacudirse de mí.